El Interior de la Montaña

Me dijeron que en ese rancho había una cueva en la montaña, pero que estaba escondida. Me dijeron que dentro de esa cueva encontraría algo impresionante, más aumentó mi expectativa y mis deseos por hacer 3 excursiones a la montaña en busca de esa entrada. Subí, por diferentes caminos, al mediodía, al atardecer y al otro día en la mañana, en cada excursión invertí más de 3 horas buscando sin parar. Analizaba cada hueco que ofrecía posibilidades, cada apilamiento de rocas que tenía potencial a enmascarar alguna entrada, cada recobeco formado por ramas secas caídas que pudieran tapar esa tan esperada entrada a la montaña.

Mientras caminaba dejaba que la montaña me guiara, de varios posibles caminos elegía el que más me “latiera”, trataba de pensar poco y de analizar menos, si realmente habría de encontrar ese hueco que me pudiera llevar a las entrañas de la montaña, de la que se decía era mágica, ella me llevaría hasta este. Se trataba de confiar más en la naturaleza y en la voz interna que en los cálculos racionales.

En el camino hubo miedos, retomé la esperanza; hubo cansancio, recuperé el aliento; hubo caídas, recuperé el paso; hubo momentos en que no se percibía camino posible para continuar entre el espeso bosque, encontré encerrados senderos. Fui hasta la cima, la escudriñé, contemplé los imponentes paisajes, volví a bajar ansioso en que por mi camino hacia las faldas de la montaña encontrara ese umbral del exterior al interior, pero nada

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