Porqué la mujer compra lo que compra

Empujas la puerta, que es pesada, de metal, muy alta… parece como blindada. En eso, un guarura, alto y grueso, te ayuda y te permite pasar a la tienda. Una vez adentro de esta zapatería de lujo, ubicada en la legendaria Quinta Avenida de Nueva York, observas unos zapatos en un pedestal; es una columa que se asemeja a una columna greca, sólo que ésta es de cristal. Una alfombra roja dirige tus pasos hasta este “exponencializador” del producto, que promete cambiar humor y personalidad de la mujer que los vista. Con toda delicadeza tomas uno de los zapatos y, con cierto disimulo, buscas el precio, que en letra muy pequeñita indica: “$1,200”. Obvio, no son pesos, son dólares estadounidenses.

El corazón de la mujer se acelera; su cuerpo, literalmente, se comienza a calentar. Los ha deseado desde que se los vio a una modelo en una revista internacional y vino a Nueva York justo por ellos. Ha ahorrado por tres meses. Siente miedo, que su mente racional interpreta como nervios generados por su alto deseo. En su inconsciente no va a comprar zapatos, va a comprar una nueva personalidad que le permitirá penetrar en altos grupos sociales y sentirse segura ante el hombre que tanto le gusta, en la fiesta más importante del mes (ojalá fuera del año, pero no, del mes). Decide comprarlos, pero prefiere que sea con tarjeta; así le “dolerá” más a su cerebro, se sentirá menos culpable. No, no se atreve a pedir descuento; incluso, ni a preguntar, lo que sí haría en el tianguis de la esquina de su casa al ir a comprar las verduras para el caldo.

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