Hacer el cambio

“Sobrevivirá aquel que se adapte mejor”, esta es una de las grandes conclusiones de Charles Darwin en su libro La Teoría sobre el Origen y la Evolución de las Especies publicado en 1859, lo que representó una revolución no sólo en el mundo científico y médico de aquellos tiempos, sino en el religioso y filosófico. Esta postulación en sí misma generó una obligación a cambiar de pensamiento para científicos, médicos, psicólogos, sociólogos y filósofos, implicando que aquellos que se adaptaran estuvieran más acertados en sus investigaciones alrededor del ser humano y quienes no quedaran desactualizados o fueran olvidados. Según Darwin, el ser humano es la especie más adaptable de todas, y por ende muestra una capacidad superior a sobrevivir a la de cualquier otro animal o planta.

Neurobiólogos y antropólogos de la evolución afirman que hace unos 1.2 millones de años al simio le creció una protuberancia en la parte frontal del cerebro (corteza pre-frontal) que dio origen a capacidades de planeación, análisis, cálculo y una auto-percepción más aguda. Hasta entonces, el simio tenía grandes problemas para adaptarse a los cambios climáticos, sequías, migraciones de animales depredadores y condiciones de la alimentación existente a su alrededor. Sin embargo, a partir del nacimiento de esta nueva especie, con una corteza pre-frontal de mayor volumen, el ser humano pre-histórico no sólo venía programado con capacidades mayores de adaptación, sino de imaginar, analizar y hacer realidad el cambio mismo.

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