Innovar no siempre es modernizar

Recientemente viví la experiencia del Mercado San Miguel en Madrid, un mercado que data de épocas medievales, que estuvo a punto de morir a mediados del siglo pasado, pero que fue rescatado gracias a un proceso innovador que logró conjuntar modernidad y tradiciones. Quedé fascinado, enamorado.

No, no fueron las copas de vino que me tomé ahí mientras deambulaba extasiado degustando tapas, aceitunas, paellas, gazpachos y helados: fue la grata sorpresa de darme cuenta que es posible innovar sin deshacerse de las tradiciones, al contrario, fortaleciéndolas.

Siempre he sido un fiel defensor de todo aquello que agrega valor, en este caso, y estoy seguro que en muchos otros, lo que se mantiene, lo que se respeta, lo que ya es costumbre agrega muchísimo valor, no sólo a propios sino a extraños, yo entre estos últimos.

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